miércoles, 30 de enero de 2008

El Coordinador.

Desde hace semanas intento descubrir al coordinador. Me asomo a la calle sorpresivamente y no veo a nadie. Pienso por un momento que quizá esté oculto en la esquina o en la tienda de enfrente. Pero me parece descabellado, los clientes tendrían que venir corriendo por la calle y no los oigo jadear. De lo que no tengo duda es de que el coordinador existe. Cada vez que sale un cliente me siento, me pongo las gafas, miro a la pantalla del ordenador y en ese preciso instante, sin dejarme siquiera fijar la vista, entra otro cliente. Me levanto, me quito las gafas, lo atiendo, me vuelvo a sentar y en el lapso de tiempo que va entre ponerme las gafas y mirar a la pantalla -tres segundos como mucho- vuelve a entrar el próximo. Si pruebo a quedarme de pie, esperando, entonces no entra nadie. Después de dos o tres minutos, harto de esperar, me siento y me coloco las gafas, entonces sí, en ese preciso momento suena la puerta. He buscado la cámara en el aparato de aire acondicionado, entre los chicles, en los enchufes, en la luz de encendido de la pantalla del ordenador, en las lámparas... pero no la encuentro. Quizá el coordinador no necesite cámara, quizá intuya mis movimientos para adaptar el flujo de clientes a mi ritmo mental. Los tiene a todos allí, en fila, con la mano puesta en el pecho del primero, atisbando en el aire mis vibraciones mentales, AHORA, les dice y el primer cliente de la fila sale disparado hacia la puerta, llega unos segundos depués de que haya salido el anterior, justo el tiempo preciso para que me haya sentado, me haya puesto las gafas. Yo no quiero, señor coordinador, poner trabas a su impresionante labor de coordinación, a su precisión increíble, a su laboriosa minuciosidad, yo solo quiero saber quién es para felicitarle.

domingo, 13 de enero de 2008

libertad

En el siglo XVIII, siglo de las luces, de la Ilustración, del voluntarismo del ser humano que se creyó capaz de dominar al mundo y dominarse a sí mismo mediante la razón, se acuño por primera vez el concepto de los derechos individuales. Ya en 1688 tras el triunfo de la revolución que llevó al trono de Inglaterra a Guillermo de Orange se instituyó un corpus legislativo inspirado en los pensamientos de John Locke, el primero en hacer mención de "The Individuals Wrihgs". Pero es tras la sublevación de las trece colonias norteamericamericanas y su consiguiente independencia y fundación de un estado constitucional, cuando las ideas liberales que ponen al individuo como centro del derecho, se convierten en una realidad. Según la Constutución Americana uno de los cometidos fundamentales del Estado es la protección de los Derechos Individuales, incluyendo en ellos uno de los más poéticos que pueda tener Constitución alguna "el derecho a la búsqueda de la felicidad".

Algo que hoy, en nuestra sociedad "de bienestar" occidental, nos parece tan evidente, no fue comunmente aceptado hasta hace poco más de doscientos años y todavía hay países donde los derechos individuales están en la legislación nacional por debajo de otros derechos colectivos. Así las esposas deben someterse al marido y las hijas al padre porque la institución familiar está por encima de su libertad individual. Y lo mismo ocurrió también en occidente. La familia, el clan, la tribu, la nación, el grupo religioso... hubo y hay muchos derechos colectivos que han impedido a lo largo de la historia al individuo ejercer su libertad, sus derechos fundamentales. No olvidemos que hasta hace 60 años no fueron recogidos los derechos individuales en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que aún hoy no se cumplen en muchos países.

Por eso cuando oigo a esos padres del Foro de la Familia y organizaciones afines hablar del derecho de los padres, de la familia, a dar a sus hijos una educación al margen de los consensos generales, de la legislación vigente y de los Derechos Humanos si les place, cuando los veo manifestarse para exigir su derecho a que nadie pueda cuestionar el tipo de ideas que quiern inculcar a sus hijos, me acuerdo de lo que nos costó tener derechos individuales, ser libres de la tutela de una instutución o de varias, convertirnos en individuos responsables con capacidad para ejercer su libertad y afrontar sus consecuencias.
 
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