Facebook es un invento diabólico. Si le sumas al diablo que lo inventó la ansiedad de Julio, el aburrimiento de Julio, la sensación de inflexión vital de Julio... cualquier cosa es posible. Siempre intuí que tendrías perfil en ese invento del diablo, porque tú eres muy de esas cosas. Pero también sabía que tu nombre vulgar, tu apellido vulgar me harían difícil encontrate. Y no te busqué, por eso o porque no quería encontrarte. Pero ayer, Julio y el diablo me obligaron. No fue fácil. Sabía que no podía poner tu nombre, tu apellido y encontrate entre trescientos, me fui acercando sibilinamente, buscando gente a la que tendrías agregada, gente con nombres y apellidos menos habituales. Y me sorprendió que no tuvieras ya relación con alguno de ellos. Llegué a pensar en la posibilidad de que no tuvieras perfil, pero deseché la idea de inmediato. Insistí. Al final llegué por donde menos esperaba. Tu cara. Gafas de sol. Entradas. Se te han caído los pómulos en estos diez años. Pero envejeces mejor que yo. Y ya está. Tampoco me importa tu vida. Pero me hace preguntarme qué pensarías de la mía.