viernes, 18 de marzo de 2011

pequeño hombre triste

El pequeño hombre triste siempre fue consciente de que movía su universo sin punto de apoyo. Pero aún así le parecía suficientemente solido y perdurable. Lo había creado él, con sus propias manos, con mucho esfuerzo y trabajo, argumentando cada engranaje, cargando de poesía las transmisiones, musicalizando los ejes. No era un unierso perfecto. Era un universo habitable, con sencillos pasajes de felicidad, con los miedos, tan aterradores en versiones anteriores de su universo, bajo un control racional muy sutil. Parecía valer para el espacio de una existencia.

Pero algo falló. No lo notó los primeros días, la anguastia se cuela a veces entre las rendijas y hay que echarla con cuidado y paciencia para que todo vuelva a funcionar. Lo fue notando luego, cuando la angustia trajo instrumental propio de sus labores y mobiliario y sin pedir permiso instaló todo aquello por los rincones. El pequeño hombre triste, que sólo unos meses antes se había sentido tan alto, tan brillante como un arcángel adolescente, volvió a verse en el espejo tan poquita cosa...

Conquista un rincón y se siente como Carlomagno. Al día siguiente la inquilina le intruduce un tábano en la cabeza y se adueña su voluntad durante días. Siembra mala yerbas, estercoleros y sobre todo miedos que lo paralizan. El pequeño hombre triste sabe que ha podido ya con inquilinos poderosos y mantiene dentro una llama de esperanza, aún, a pesar de estar aterrado ante la perpectiva bélica que le espera en los próximos días, quizá meses o años, hasta ser capaz de deshauciar a la ocupa sin morir en el intento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que triste, el hombre sufre a ratos pero persevera. Que chistosa la comparacion a Carlomagno. Que personalidad!

 
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