lunes, 21 de marzo de 2011

Tú, que me miras desde el espejo, tan delgado, tan ojeroso y sin embargo tan guapo. Quién eres. Qué buscas en el fondo de mis pupilas. Por qué no tienes las ruspuestas. Tú, que me miras todas la noches, todas la mañanas. Por qué no sabes dónde estoy. Quién eres, quiénes somos. Dónde perdimos nuestro yo de pronto. Por qué somo hijos del miedo y del dolor tan de repente. Tú, tú que tienes cara de conocerme. Por qué no me lo dices. Por qué no descubres el camino, un camino, nuestro camino.

viernes, 18 de marzo de 2011

pequeño hombre triste

El pequeño hombre triste siempre fue consciente de que movía su universo sin punto de apoyo. Pero aún así le parecía suficientemente solido y perdurable. Lo había creado él, con sus propias manos, con mucho esfuerzo y trabajo, argumentando cada engranaje, cargando de poesía las transmisiones, musicalizando los ejes. No era un unierso perfecto. Era un universo habitable, con sencillos pasajes de felicidad, con los miedos, tan aterradores en versiones anteriores de su universo, bajo un control racional muy sutil. Parecía valer para el espacio de una existencia.

Pero algo falló. No lo notó los primeros días, la anguastia se cuela a veces entre las rendijas y hay que echarla con cuidado y paciencia para que todo vuelva a funcionar. Lo fue notando luego, cuando la angustia trajo instrumental propio de sus labores y mobiliario y sin pedir permiso instaló todo aquello por los rincones. El pequeño hombre triste, que sólo unos meses antes se había sentido tan alto, tan brillante como un arcángel adolescente, volvió a verse en el espejo tan poquita cosa...

Conquista un rincón y se siente como Carlomagno. Al día siguiente la inquilina le intruduce un tábano en la cabeza y se adueña su voluntad durante días. Siembra mala yerbas, estercoleros y sobre todo miedos que lo paralizan. El pequeño hombre triste sabe que ha podido ya con inquilinos poderosos y mantiene dentro una llama de esperanza, aún, a pesar de estar aterrado ante la perpectiva bélica que le espera en los próximos días, quizá meses o años, hasta ser capaz de deshauciar a la ocupa sin morir en el intento.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Aniversario

Sé que lo que no se mueve parece estar muerto. Sé que la fecha de defunción de este cuaderno tiene ya más de un año. Sé que entre los must más trendy de la red en ningún caso se encontrará resucitar un blog a estas alturas. Los sé. Pero es mío y me da la gana.

Hace semanas, meses quizá, que busco una excusa para resucitar el blog. Porque necesito eso que antes me daba él, ese espacio de intimidad, de serena reflexión. Y mira, he encontrado la excusa perfecta. Hoy, 13 de Marzo de 2011 se cumple el décimo aniversario de mi primera incursión en la red de redes. No, mi memoria no es tan maravillosa como para recordar el día exacto, recordaba el mes, para encontrar el día tuve que buscar un diario que entonces llevaba, un diario no muy diferente de este blog, solo que privado. Recuredo aquella tarde, recuerdo las primeras palabras que tecleé en el buscador de Navegalia, recuerdo el primer sitio a que me direccionó la búsqueda y el primer grupo de gente a la que conocí en el foro de aquella página. No sabía entonces que este invento cambiaría mi vida, mi modo de entender el mundo, de acceder al conocimiento, de relacionarme, de conocer gente.

Leía en las revistas, veía en los programas de la dos maravillas sobre internet, el medio del futuro. Y aquí estoy, en el futuro. Tengo amigos a los que jamás habría conocido de no ser por este medio, he empleado cientos de horas en saciar esa inmensa sed de conocimiento que presidía mi existencia. Este medio es ya parte de mi historia.

No estoy en el mejor momento de mi vida. Casi todo en ella se me ha ido de las manos, se me ha escapado de control. Volver a retomar ese camino de paz, de apacible, aunque no constante, felicidad que he perdido es ahora mismo el mayor de mis retos existenciales. Quizá por eso resucito el blog, porque me hace falta decir lo que siento. No sé si esta resurrección durará una temporada o si será una estrella fugaz. Lo que sé es que aquí estoy otra vez, a corazón abierto. Porque vivir duele y decirlo a veces alivia.
 
Locations of visitors to this page